Usualmente se asocia al chocolate la contribución a los estados emocionales de euforia, alegría y bienestar. Este hecho es más real que mítico, y tiene dos explicaciones: una radica en las propiedades químicas del chocolate, la otra es meramente psicológica.
El chocolate posee una sustancia llamada fenitelamina, la cual opera disminuyendo los estados anímicos vinculados a la tristeza en general, como la angustia o la depresión. La fenitelamina es miembro de la familia de anfetaminas, y actúa generando en el cerebro estados de euforia y bienestar.
El chocolate, además, es rico en alcaloides, los cuales actúan sobre el sistema nervioso de tal modo que nos hace permanecer más despiertos y activos ante estímulos externos.
A nivel psicológico, el chocolate es asociado con sucesos positivos, lo cual alimenta el accionar de sus propiedades químicas. Se acostumbra obsequiar chocolates en calidad de premio a los niños con buen comportamiento o cuando obtienen buenas calificaciones; también se estila obsequiar bombones a nuestra pareja.
De tal modo, el chocolate es vinculado con situaciones de éxito y bienestar, y es esta visión la que lo torna un alimento deseable.
El chocolate actúa efectivamente reduciendo los malestares anímicos, y esto ha sobrepasado la prueba empírica. Un consuelo para los que padecen sobrepeso y una luz para los que se sienten tristes.
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